jueves, 6 de diciembre de 2012

SADOMASOQUISMO: EL CULTO ERÓTICO DEL FASCISMO.

Autora: Sheila Jeffreys.

El presente artículo data de 1984, cuando formaba parte del grupo londinense Lesbianas Contra el Sadomasoquismo. A pesar de que las lesbianas británicas feministas eran conscientes del auge del sadomasoquismo lesbiano en los Estados Unidos, no se constituyó ningún grupo dedicado a este tema hasta que el nuevo centro Gay y Lesbiano de Londres acordara autorizar las reuniones de los sadomasoquistas en ese centro. En el capítulo “Una mala copia del varón” se resumen los hechos de aquel momento. Este artículo se escribió en un principio para su debate en grupo y de hecho se divulgó en forma de fotocopias entre otras lesbianas interesadas. No debe considerarse un alegato definitivo de la política del grupo, sino más bien una visión personal. En 1986 se incluyó en la antología Lesbian Ethics (Etica Lesbiana) publicada en los Estados Unidos.
En 1981, durante una visita a Amsterdam desde Londres, para asistir al festival de mujeres, tomé consciencia de la relación que existe entre el sadomasoquismo y el fascismo. Uno de los temas principales del festival era el sadomasoquismo. Las participantes del festival de Amsterdam representaron guiones de S/M_por ejemplo, una transexual convertida de varón en mujer  que azotaba a otra mujer, ambas vestidas con ropas fetiche “femeninas” y cuero negro. Una parte considerable de las asistentes al festival vestían de cuero negro y algunas llevaban detrás de sí a otras mujeres atadas con collares y correas. En los talleres de promoción del S/M se justificaba éste de acuerdo con la libertad personal de las minorías sexuales. Las organizadoras sostenían que el S/M era básicamente un asunto privado, aunque sus practicantes tenían que “descubrirse” como tales, dado que estaban oprimidas por los prejuicios y la discriminación contra su práctica sexual preferida. En la misma semana en que se celebraba el festival fue elegido en Amsterdam el primer diputado fascista después de la guerra. Aquella semana hubo reyertas callejeras con las que los fascistas celebraron su victoria agrediendo a miembros de la población inmigrante en Amsterdam, y sólo a través de una cadena telefónica se logró la distribución de militantes antifascistas por los distintos barrios para que resistieran la violencia racista. Las feministas de Amsterdam que me comunicaron el estallido de violencia con esta victoria electoral no advirtieron la conexión entre el aumento del fascismo y el avance del S/M como práctica sexual. Consideraban al S/M como un simple asunto personal. Yo, sin embargo, no estaba convencida. En la calle donde se celebraba el festival_el Melkweg_estaba ubicada una de las principales comisarías de Amsterdam. La fachada del edificio del festival lucía un inmenso cartel con una mujer desnuda de pies a cabeza, las manos atadas a la espalda. Esta mujer esclava estaba justo enfrente de la comisaría. Para mí no representaba un símbolo de desafío. En cambio, me pareció que el S/M, la policía, la renovada amenaza del fascismo y los adolescentes que nos tiraron piedras a mi amante y a mí porque íbamos cogidas de la mano por una calle próxima al festival, tenían mucho en común. ¿Cuál era este nexo?

BERLÍN, AÑOS 30

Hay un ejemplo histórico del vínculo entre el S/M y el fascismo, que corremos el riesgo de olvidar. Antes de la llegada al poder de los nazis en la Alemania de 1933 el S/M era una práctica sexual en auge, sobre todo entre los varones gays. El novelista gay británico Christopher Isherwood, que vivía en Berlín en aquella época, dejó un testimonio literario del coqueteo con el S/M que se estaba produciendo no sólo entre los gays, sino también entre los jóvenes alemanes alienados y desempleados. En su libro de 1962, Desde lo más Profundo, Isherwood reflexiona sobre la relación entre el del S/M y el auge del  fascismo  al retratar al joven alemán Waldemar:

Estoy convencido de que Waldemar   siente instintivamente que hay una relación entre  las “crueles” señoras de botas altas que ofrecían sus servicios a la entrada del Kaufhaus des Westens y los jóvenes matones de uniforme nazi que van ahora por ahí maltratando a los judíos: cuando una de estas señoras identificaba a un cliente prometedor lo que solía hacer era cogerlo por la solapa, meterlo a la fuerza en un taxi y llevárselo rápidamente para azotarlo. ¿No es exactamente lo mismo que hacen los chicos de las SA con “sus” clientes, con la única diferencia de que, en este caso, la azotaina es completa y mortalmente seria? ¿Y no era la una una especie de ensayo general psicológico de la otra?[i]

El S/M subyace como un tema central tras la impactante pieza teatral Bent, de Martin Sherman. L a escena inicial de la obra presenta al protagonista Max, que ha ligado a un hombre joven vestido de cuero y aficionado al S/M, y supuestamente se lo ha llevado a su casa para un trío con su amante. A la mañana siguiente unos oficiales de la Gestapo llegan en busca del joven y acaban degollándolo. Estamos en 1934. Más tarde, Max y su amante huyen. Tras el asesinato de su amante Max termina en un campo de concentración. En la escena más conmovedora de la obra, Max y otro prisionero, que se encuentra en prisión por haber firmado una petición de anulación del estatuto alemán contra la homosexualidad, hacen el amor únicamente con sus palabras, mientras trasladan piedras bajo estricta vigilancia. Max es incapaz de hacer el amor sin dolor e incluye en sus fantasías en voz alta las mordeduras dolorosas de los pezones. Su amante Horst protesta relacionando el S/M con el fascismo que los ha apresado:

Horst: tratas de hacerme daño. Me pones caliente y después me haces daño. Me duele ya. No quiero sentir más dolor. ¿Por qué no puedes ser delicado?
Max: Lo soy.
Horst: No es verdad. Eres igual que ellos. Eres como los guardias. Eres como la Gestapo. Ya no somos delicados.   Me fijé cuando estábamos afuera. La gente hacía dolor y lo llamaba amor. No quiero ser así. El amor no debe doler.[ii]

La obra relaciona el sadomasoquismo de Max con su incapacidad para aceptar su homosexualidad y para amar realmente a otro hombre. Aunque Horst muere asesinado, Max alcanza cierta victoria personal y moral al final de la obra, al demostrar su amor por Horst exhibiendo deliberadamente el triángulo rosa de los homosexuales y caminando hacia la valla eléctrica. Lo trágico de la práctica del S/M en el Berlín de los años 30 fue que los guiones interpretados por los varones gays, para su goce sexual, con uniformes nazis incluidos, fueron tan solo un avance de la violencia mucho más atroz que los matones les iban a infligir tras su internamiento en los campos de concentración. Heinz Heger describe con gran expresividad la experiencia en estos campos de los varones gays, en su obra The Men With The Pink Triangles (Los hombres de los triángulos rosas). Hay un ejemplo de la tortura y de la muerte de un prisionero gay que resulta sugerente porque muestra la práctica S/M:

El primer “juego” del sargento de las SS y de sus hombres consistió en cosquillear a su víctima con plumas de ganso en las plantas de los pies, entre las piernas, en los sobacos, así como en otras partes de su cuerpo desnudo. Al principio, el prisionero se forzó a mantenerse callado mientras sus ojos llenos de pavor y de tormento pasaban de un oficial de las SS a otro. Más tarde ya no pudo contenerse y acabó estallando en una risa aguda que pronto se convirtió en llanto de dolor, mientras que las lágrimas surcaban su rostro y su cuerpo se retorcía contra las cadenas…Pero estos depravados de las SS estaban resueltos a divertirse un buen rato con esta pobre criatura. El capo del bunker tuvo que traer dos cuencos de metal, uno lleno de agua fría y el otro, de agua caliente. “Vamos a hervir tus huevos, maricón asqueroso, pronto entrarás en calor” dijo, satisfecho, el oficial del bunker mientras alzaba el cuenco lleno de agua caliente entre los muslos de la víctima para que sus cojones se hundieran en él…”Le gusta que le den por el culo, ¿no? Vamos a darle lo que quiere”, bramó uno de los hombres de las SS al coger una escoba del rincón y empotrar su mango profundamente en el ano de la víctima…[iii]

Finalmente el prisionero muere por un golpe en la cabeza contra un taburete de madera. La siguiente descripción procede de un capítulo sobre la práctica segura del S/M incluido en un manual de S/M lesbiano:

Fisting o fist-fucking significa mover la mano entera dentro del ano o la vagina de una persona, o meterla y sacarla. Quien realiza el fisting comienza introduciendo un dedo o dos en su pareja, aumentando un dedo cada vez, con dos minutos de movimientos estimulantes entre cada incremento, hasta que toda su mano esté metida. Entones suele cerrarla formando un “puño” (fist) La tendencia habitual de quien recibe el fist es a preguntar: “¿No puedes meterme más?”. Para realizar el fisting necesitas primero unas uñas cortas y lisas. Debes cortarte las uñas hasta la piel y después limarlas con una lima de esmeril o de cuerno de alce, tanto en sentido lateral como vertical, del dorso de la mano hacia la palma. Es importante además utilizar un buen lubricante espeso, que no acabe en un charco al cabo de cinco minutos. Se recomienda la mantequilla pastelera. La dominante debe embadurnarse la mano con una gruesa capa de mantequilla y no empujarla más allá de donde quepa con facilidad… (etc.) Una manera segura de verter cera de una vela consiste en dejar caer una gota o dos cada vez, sin dejar que se acumule la cera alrededor de la mecha y no vertiéndola toda de una sobre la piel de tu pareja… (etc.)[iv]

He reproducido estos dos ejemplos porque se parecen bastante a los métodos de tortura del ejemplo verídico del campo de concentración. Otras instrucciones enseñan a realizar cortes en los senos de una mujer con hojas de afeitar y a perforar sus labios vaginales. Corroboran que no es ningún misterio de dónde procede la práctica del S/M: de la historia misma de nuestra opresión. Los guiones S/M reproducen la tortura de los gays a manos de los fascistas, la tortura de negros por blancos, de judíos por nazis, mujeres por varones, esclavos por negreros. Estas prácticas S/M deben considerarse como una representación ritual, como un talismán. Parece poco probable que los practicantes gays del S/M deseen realmente perder por completo el control sobre su tortura y, por consiguiente, debemos pensar que estas  prácticas cumplen el papel del ajo en el exorcismo del diablo o que representan una ansiosa anticipación de lo peor que pueda pasar, con el fin de intentar acostumbrarse"

EL AMBIENTE FASCISTA.

Las defensoras del SM no suelen ocultar su uso de símbolos y prendas fascistas y nazis_gorras de cuero negro de las SS, esvásticas, imitaciones de uniformes de cuero negro de las SS. Pat Califia, la principal teórica norteamericana del SM lo explica de la siguiente manera:

El guión del S/M puede ser representado con los personajes de guardia y prisionero, poli y sospechosa, nazi y judío, blanco y negro, heterosexual y marica, padre e hijo, cura y penitente, maestro y alumna, prostituta y cliente, etc. Sin embargo, ningún símbolo tiene un significado único. Su significado depende del contexto en el que se utiliza. No toda persona que lleva una esvástica es nazi, no porque te cuelgues unas esposas del cinturón eres un poli, y no por llevar un hábito de monja has de ser católica.  El SM es antes una parodia de la naturaleza sexual del fascismo que su culto o aceptación. ¿Cuántos nazis, curas, polis o maestros de verdad participarían en una licenciosa escena sexual?[v]

Naturalmente se podría contestar a esta ingenua pregunta de Califia que bastantes. Al menos una mujer del grupo de lesbianas S/M de Londres lucía una gorra de las SS y esvásticas en los actos públicos. Fue criticada con el argumento de que estos símbolos eran ofensivos para muchas mujeres, ante lo cual amenazó con recurrir a la violencia si seguían censurándola. A principios de 1984 un grupo de gays cabezas rapadas se presentó en la discoteca gay mixta del Bell, en el Kings Cross de Londres. Uno de ellos hizo con toda intención el saludo fascista delante de un gay negro que yacía en el suelo, y otros tres siguieron a un gay negro con discapacidades hasta los lavabos y lo amenazaron. Un gay blanco desenchufó el equipo de música para proponer un debate sobre el incidente y para tomar medidas. Fue expulsado de la discoteca y se le prohibió la entrada. Esta discoteca supuestamente formaba parte del ambiente gay alternativo, político o, cuando menos, no comercial. Los cabezas rapadas eran clientes habituales. El coordinador nacional del Frente Nacional de Juventud se presentó en el Bell y fue expulsado cuando, al quitarse la cazadora, exhibió una serie de esvásticas. Los colectivos del Bell y de algunas otras discotecas tuvieron que establecer un código de vestimenta que vetaba, por ejemplo, las esvásticas o las camisetas con rótulos como “Gira Europea de Hitler”, aunque se admitían los uniformes de cuero negro.
No obstante, las defensoras y los defensores del S/M alegarían que sólo llevaban las insignias nazis para divertirse y que no quieren verse relacionados con una conducta violenta. Tal vez sea así pero, ¿cómo deben distinguirlos los demás gays’ El miedo es real, y no depende de si las esvásticas se llevan como “diversión” o en serio. Respecto a las esvásticas, la diversión de una mujer puede significar el terror de otra. Lucir una esvástica supone para los fascistas la misma “diversión” que la práctica S/M para sus defensoras: el poder a resultas del miedo y de la angustia de otras mujeres. Uno de los serios peligros causados por la tolerancia de las insignias nazis en el ambiente gay _bajo el pretexto de la “diversión”, la práctica sexual o la moda_ consiste en la anulación de nuestra voluntad o de la capacidad de actuar frente a la auténtica violencia fascista. Es tan importante cuestionar y rechazar el alarde de los emblemas nazis en la actualidad como lo fue en Alemania de los veinte y los treinta, cuando prendió el fascismo. Sin duda los antifascistas se enfrentaron en aquel entonces a las mismas amenazas que lanzan los actuales defensores del S/M cuando su placer se pone en entredicho. El fascismo, ¿era una moda entonces? ¿Es así como se consolidó en los círculos artísticos y de vanguardia?

EL SADISMO DEL FASCISMO ALEMÁN.

Uno de los insultos propinados a las feministas londinenses que organizaron un encuentro en contra del fomento del S/M era el de “fascistas”. Se acusó a las feministas lesbianas de “ser iguales al Frente Nacional” por haberse atrevido a convocar el encuentro. Estos ataques coinciden con los intentos más recientes de las libertarias sexuales socialistas por tachar de derechistas a las feministas, basándose en la premisa de que una política fascista se opondría al S/M. En realidad es al contrario y la acusación representa un perfecto ejemplo de lo que Mary Daly denomina “inversión patriarcal”[vi].
Dorchen Leidholdt, que forma parte del grupo neoyorquino de Mujeres Contra la Pornografía, demuestra en su siguiente artículo Where Pornography Meets Fascism (Donde la Pornografía se Encuentra con el Fascismo) hasta qué punto el sadomasoquismo erótico constituye el puntal de la ideología y la práctica fascistas:

Hitler, por ejemplo, adoptó el látigo como símbolo personal, dando golpes contra sus piernas cada vez que se exaltaba. Le encantaba citar la máxima de Nietzsche: “Cuando vayas a casa de una mujer, no olvides el látigo” Tal vez el dato más revelador sobre la respuesta sexual de Hitler ante las mujeres se refiera al placer que le producían las mujeres ligeras de ropa que se jugaban la vida. En The Psychopatic God (El dios psicópata) , Waite apunta: “Era especialmente aficionado a las mujeres guapas del circo, trapecistas o equilibristas…No le impresionaban particularmente los números con animales salvajes, a menos que participaran mujeres guapas. Entonces miraba con avidez, con la cara encendida, la respiración acelerada emitiendo ruiditos de silbato y moviendo los labios con avidez”. El sadismo de Hitler respecto de las mujeres estuvo relacionado muy probablemente con su pésimo historial de relaciones amorosas: cinco de las seis mujeres con las que había tenido una relación amorosa se habían suicidado o habían intentado suicidarse. El sadomasoquismo caracterizaba asimismo la interrelación de Hitler tanto con sus subalternos inmediatos: “Cada vez que lo miro _se entusiasmaba Hermann Goering_ tengo el corazón en un puño”, como en su relación con el pueblo alemán en general. Según Erich Fromm, la orientación sadomasoquista de Hitler coincidió con las inclinaciones sadomasoquistas de las masas alemanas y con su deseo de ser dominadas por un dirigente poderoso y de dominar a otros al mismo tiempo. Y Hitler fue perfectamente consciente del tenor de los tiempos y del pueblo que le había tocado gobernar. En una alocución ante un grupo de cadetes militares en 1942 declaró: “¿Para qué titubear ante la brutalidad e indignarse ante la tortura? Las masas lo quieren así. Necesitan algo que les haga estremecerse de terror.[vii]

Leidholdt parece insinuar que el pueblo alemán tenía unas inclinaciones especiales hacia el sadomasoquismo. Todas las pruebas apuntan hacia el hecho de que todo sistema machista está impregnado de la misma tendencia. Sin embargo, sus observaciones nos obligan a preguntarnos hasta qué punto la atracción del fascismo y del racismo en sí es consecuencia de una pulsación erótica. Leidholdt continúa citando a Jacobo Timerman, un judío argentino torturado por la extrema derecha, que apunta el carácter erótico y sádico del antisemitismo argentino: “El odio contra el judío era un sentimiento visceral, explosivo, un rayo supranatural, una emoción de las entrañas, un abandono de todo el yo al odio”[viii]. Por algún proceso misterioso, todo lo relacionado con el sexo ha sido disociado de la política en esta sociedad, incluso por parte de quienes se considerarían socialistas y radicales. Con el fin de convertir la práctica sexual en un enclave privado de goce individual, se ha entendido la sexualidad como una cuestión alejada de las consecuencias del sexismo, del racismo y de otras clases de opresión que prevalecen en el mundo más allá del dormitorio, y asimismo como falta de toda repercusión o relevancia para este mundo. En realidad, el sexo tiene una relevancia crucial para la activación y la regulación de la opresión de las mujeres y de la opresión racial. El sexo no es en absoluto puro y no hay que excluirlo de la crítica política. Las defensoras del S/M tachan de fascistas a las feministas que las critican con el fin de adelantarse, de hacernos callar, de impedir que señalemos los vínculos que existen entre el S/M y el fascismo. Deben saber que están en el punto de mira y desesperadas gritan “fascistas”, no vaya a ser que las acusemos justamente de lo mismo.
¿Son fascistas las defensoras del S/M? Probablemente no pertenecen a organizaciones fascistas ni les preocupa cualquier otro aspecto del fascismo que no sea el erótico. Me atrevería a afirmar que no son fascistas _aunque experimentar placer gracias al terror causado a otras lesbianas a través de los símbolos fascistas sea algo muy parecido_, sino defensoras de los valores fascistas. La connotación erótica del dominio y de la sumisión, la exaltación de la violencia y de la opresión de gays, judíos y mujeres son elementos del fascismo.

LOS ORÍGENES ERÓTICOS DEL FASCISMO.

¿Cuál es el atractivo principal del fascismo? El sistema político del fascismo permite a los capitalistas asegurar sus beneficios sin la amenaza de una resistencia por parte de la clase obrera. La violencia y el racismo del fascismo ofrecen a los desilusionados y a los parados, los jóvenes y los alienados un chivo expiatorio para sus problemas y una forma sustitutiva de “realización” y excitación. Los mítines, cierta sensación de poder (a través de las intimidaciones), el orgullo nacionalista y una falsa dignidad fundamentada en el hecho de ser blanco, varón y gentil parecen convertirlos en superiores a otros grupos raciales y a las mujeres. Sin duda intervienen muchos otros elementos en la propagación del fascismo, incluida la excitación erótica. Los orígenes eróticos del fascismo no se han estudiado con detenimiento, tal vez porque significaría un desafío demasiado grande para nuestra propia sexualidad.
La comprensión de los orígenes eróticos del fascismo requiere un análisis del fascismo bastante diferente y más complejo que la versión simplista ofrecida en forma habitual por la izquierda masculina. Es falso afirmar que el fascismo sea una fuerza del mal que arriba de algún lugar del mundo exterior, totalmente acabado, fácilmente reconocible, de modo repentino y obvio, llamándose fascismo y revestido de una forma que resulta fácil combatir. A mi modo de ver, este concepto equívoco subyace tras muchos de los esfuerzos antifascistas de mediados de los setenta. La Liga Antinazi luchó con éxito contra las organizaciones abiertamente fascistas. Sin embargo, cuando estas organizaciones, sumidas en el letargo, observan como el gobierno tory en Gran Bretaña hace gran parte del trabajo por ellos _como ocurre en la actualidad_, la izquierda política puede permitirse el lujo de restarle importancia a la exhibición de esvásticas por quienes no pertenecen a estas organizaciones. Ahora bien, el fascismo no cae del cielo con todas sus plumas en forma de organizaciones fascistas. Para triunfar, los partidos fascistas necesitan de un amplio apoyo, cuando menos, cierto consentimiento. Los miembros de los respectivos partidos no nacen fascistas y, en algunos casos, incluso han sido socialistas antes. El ejemplo más famoso de este fenómeno en Gran Bretaña es Edward Mosley. Otro, los jóvenes que describe Isherwood: un día combaten en el partido fascista y, al siguiente, en el comunista, atraídos por la violencia y la vivencia del poder personal. A finales de los sesenta y principios de los setenta la izquierda radical hablaba de las raíces psicológicas y emocionales del fascismo, latentes en toda persona que viva en la actualidad en un sistema de supremacía masculina. Se leía con avidez a Wilhelm Reich. Se analizaba la formación de la personalidad autoritaria dentro de la familia patriarcal y la necesidad de crear un modo de vida completamente distinto que redujera la atracción de la figura del caudillo. No obstante, se trataba de un análisis parcial que apenas tuvo en cuenta la opresión de las mujeres, más allá de la simple convicción de que la eliminación de la familia nuclear resolvería todos sus problemas. Así y todo hubo cierto consenso sobre las raíces emocionales del fascismo, inherentes a nuestra personalidad, a causa de las estructuras familiares que nos rodean desde que nacemos y al tipo de autoridad al que estamos expuestas en la infancia y en la adolescencia. Este descubrimiento tuvo una vital importancia y sus frutos siguen manifestándose ahora en las nuevas actitudes hacia la educación, en la organización política feminista y en algunos sectores de la izquierda y del movimiento gay. Sin embargo, la confianza en la importancia de la política personal sobre la que se cimentaba el movimiento de liberación de las mujeres está perdiendo popularidad. Estoy convencida _aunque tal vez se trate de una ilusión_ de que la importancia del hecho de llevar esvásticas habría sido bastante más evidente en 1971 que en la actualidad.
Los orígenes eróticos del fascismo se hallan en la estructuración de la sexualidad del individuo dentro de un sistema de supremacía masculina. El aspecto erótico del fascismo es de gran importancia porque la supremacía masculina occidental ha convertido la experiencia de la sexualidad en una fuerza enormemente poderosa y casi incontrolable. No aprendemos a expresar nuestra sexualidad en un mundo de relaciones igualitarias y afectivas. Las mujeres y los hombres nacemos en el sistema heterosexual de dominio masculino y sumisión femenina. Lo cual es cierto, tanto si sabemos evadirnos lo suficiente como para amar a las mujeres, como si no. La sexualidad de las chicas se construye en la interrelación con chicos agresivos que les arrancan las bragas, y a través de los abusos sexuales y de la explotación a manos de varones adultos. Nos ofrecen un modelo de sexualidad femenina pasiva y sumisa. Aprendemos a responder sexualmente a las insinuaciones agresivas de los varones. Muchas lesbianas tienen más dificultad en aprender la correcta respuesta femenina a los varones, a saber, la sumisa docilidad sexual; así y todo es poco probable que salgamos indemnes de la  construcción de la sexualidad femenina respecto del sadomasoquismo. En una situación de opresión, y sin que podamos escapar hacia unas relaciones más igualitarias donde poder tomar la iniciativa sexual antes de una edad determinada, no nos queda más remedio que disfrutar de nuestra opresión. La respuesta más común consiste en una connotación erótica de nuestra impotencia. Algunas mujeres que consideran este comportamiento demasiado “afeminado”, connotarán eróticamente el rol sádico de la humillación de las mujeres. En una cultura misógina como la nuestra existen ejemplos de esto último en todas partes. Las lesbianas y los gays se hallan sometidos a múltiples presiones que pueden originar la construcción de su sexualidad en torno al sadomasoquismo. En muchos casos hemos aprendido a odiarnos a nosotras mismas y sobre todo a nuestra sexualidad a consecuencia del heterosexismo y el antilesbianismo. No es fácil construir una sexualidad positiva, igualitaria y sin trasfondo S/M. Algunas lesbianas y gays no conocen otra sexualidad que la de sus fantasías sadomasoquistas, que afectan su práctica, aunque pugnen por evitar el ritual sadomasoquista. Algunas lesbianas y algunos gays consideran todo intento por poner en entredicho el sadomasoquismo como una seria provocación. Temen quedarse sin su práctica sexual si abandonan la connotación erótica de la opresión. Sin embargo, nuestra convicción de que la sexualidad es construida y no innata conlleva un mensaje de esperanza. Podemos re-construirla. Tenemos motivos para el optimismo. Algunas lesbianas y gays se escapan de la influencia del S/M practicando un tipo de sexualidad distinta. Incluso quienes reconocemos la magnitud de la influencia del S/M en nuestras vidas hemos experimentado a menudo momentos de una intensidad y de un placer sexual poco frecuentes sin rastro alguno de fantasías de dominio y sumisión. Todas y todos llevamos en nuestro interior la semilla del cambio. Podemos tratar de potenciar una sexualidad positiva en lugar de la sexualidad negativa del S/M.
La respuesta sexual construida en torno al masoquismo es inducida por los símbolos del poder y de la autoridad. Los símbolos más poderosos son aquellos que representan un poder y una autoridad abusivos, crueles y arbitrarios: un látigo es un símbolo más poderoso que una placa de prefecto. Los accesorios y los rituales fascistas son símbolos perfectos para este fin. Los uniformes, las marchas militares, las esvásticas, los retratos de Hitler y los discursos autoritarios son detonantes eróticos. Los sádicos del Frente Nacional se estimulan mediante la proyección reiterada de videos de marchas y desfiles de los nazis alemanes. Toda la parafernalia del fascismo tiene el propósito de provocar una fuerte reacción erótica en quienes han aprendido su sexualidad en un sistema de supremacía masculino, siguiendo el modelo del sadomasoquismo, es decir, la gran mayoría.
La capacidad de atracción del nazismo suspende la respuesta indignada que, de lo contrario, provocaría. La construcción de la sexualidad S/M constituye una treta harto astuta para el opresor. Nuestra oposición queda socavada en nuestras propias entrañas si ante la tortura de otro o ante los símbolos del militarismo respondemos con exaltación erótica y no con indignación política. Es muy difícil luchar contra lo que te excita. Las feministas que combaten la pornografía reconocieron y comprendieron este problema. Excitarse con la degradación de las mujeres, aquello que se pretende poner en entredicho, origina un sentimiento de humillación y de parálisis. La única vía de lucha consiste en transformar este dolor en rabia. No somos culpables de la construcción de nuestra sexualidad, aunque somos plenamente responsables de nuestra respuesta. Tenemos derecho a estar furiosas y a transformar nuestro dolor en una ofensiva contra quienes comercian con la pornografía, quienes hacen apología de la pornografía _y esto por desgracia incluye a las lesbianas S/M_ , quienes compran y quienes consumen pornografía. No es fácil; sin embargo, debemos comprender que las imágenes y los mensajes _de mujeres convertidas en objetos, torturadas, utilizadas y víctimas de abusos_ influyen en nuestra propia respuesta sexual con la intención de paralizarnos. No podemos permitir que estas imágenes nos resten fuerza, sino que debemos compartir nuestros sentimientos y desarrollar nuestra rabia.
Al igual que en el caso del sexismo, los símbolos del fascismo y su práctica misma pueden excitar no sólo al opresor sino también a sus víctimas. En su obra States of Desire: Travels in Gay America (Estados del Deseo: Viajes por la América Gay), el novelista gay estadounidense  Edmund White entrevistó a una pareja de varones gays aficionados a los uniformes de policía. Describió un bar donde el personal se compone de gays vestidos con uniformes policiales, y los clientes incluían tanto a gays vestidos de polis como a  policías auténticos. Este trágico y degradante coqueteo con la opresión tuvo consecuencias estremecedoras. Uno de los seudo-policías, detenido más tarde en la puerta del bar, se quedó embelesado por las botas del verdadero policía. Otro, que fue detenido y apaleado, sólo pudo reiterar su enamoramiento de su torturador[ix].
Los defensores del S/M no cesan de reiterar que el S/M es “sólo imaginación”, sin relación alguna con la realidad. Se trata de un espejismo reconfortante. El ritual de hoy puede convertirse mañana en realidad. La promoción del S/M y de sus íconos asegura la dificultad cada vez mayor para que ciertas lesbianas y gays _y tal vez la totalidad de quienes utilizan el ambiente social gay, lleno de imágenes S/M_ puedan sentir sólo rabia y de ninguna manera excitación sexual al contemplar las actuaciones de los auténticos fascistas, matones y policías. A mi modo de ver es importante que sepamos identificar con certeza las amenazas fascistas y combatirlas adecuadamente. Me indigna pensar que la población gay pueda estremecerse de placer erótico y quedar paralizada en un caso de golpe fascista con tanques, botas militares y esvásticas.

¿ES RACISTA EL SADOMASOQUISMO?

Quienes abogan por el S/M en Gran Bretaña y en los Estados Unidos responden con indignación ante la insinuación de que su política es racista. Pat Califia, la gran dama del sadomasoquismo lesbiano californiano y famosa “dominante” o sádica, deshechó toda acusación de racismo vertida contra el grupo S/M Samois con ocasión de su intento frustrado de conseguir un espacio en la casa de mujeres de San Francisco. “Tuvimos que defendernos contra las acusaciones de racismo”[x], protesta airada. Sin embargo, no se defiende, ni menta el contenido de las alegaciones ni por qué las cree infundadas. La arrogante presunción de ciertas mujeres blancas de estar por encima y más allá de una posible conducta racista se entendería _así lo espero_ en ámbitos distintos al de la sexualidad, como otra forma de racismo.
Quienes defienden el S/M deberían ser conscientes de la ofensa que suponen las insignias de una ideología política, que simboliza la muerte o la espantosa persecución de toda persona no aria, para todos los gays de color. El Grupo de Gays Negros expuso su postura ante la aparición de ciertos emblemas nazis en actos gays mixtos.

Con mayor frecuencia cada vez observamos a personas que en ciertos lugares de lesbianas/gays exhiben con orgullo insignias fascistas y nazis, concretamente los emblemas del Movimiento Británico y del Frente Nacional. Cada vez son más habituales las noticias de agresiones a hombres y mujeres gays por parte de estos grupos. No podemos seguir aceptando la excusa de que quienes llevan esta vestimenta tan ofensiva siguen simplemente una “moda”. Nos parece ofensivo y alarmante que toda la comunidad lesbiana y gay se quede callada ante estas muestras de racismo, que les reste importancia o que las apruebe. Nos sorprende el desconocimiento de las numerosas agresiones, abusos y hostilidades que ciertos grupos fascistas han perpetrado contra las personas gays. Pensamos que hay que empezar a unir fuerzas con el fin de identificar y erradicar las semillas racistas y fascistas que persisten en la comunidad lesbiana/gay…Algunos miembros del Grupo de gays Negros han sido víctimas de la violencia fascista, tanto por razones racistas como por nuestra opción sexual[xi].

La feminista negra norteamericana Alice Walker expuso su visión del carácter racista de la práctica S/M en un artículo conmovedor y, a todas luces, irrefutable. Walker habla desde su posición de profesora que trabajó durante un trimestre con un grupo de alumnas, blancas y negras, en el intento de “descifrar, en el imaginario y en los sentimientos”, el significado de ser esclava, amo o ama. Mujeres negras, blancas y mestizas escribieron sobre el cautiverio, la violación, la reproducción forzosa para el reaprovisionamiento de los rediles de esclavos del amo. Escribieron sobre las tentativas de fuga, la venta de sus criaturas, los sueños de África y los intentos de suicidio”[xii]. A continuación describe el efecto de la proyección de un programa televisivo en el que participaron dos mujeres del grupo Samois como ama y esclava. A pesar de que el artículo está escrito en clave de ficción y fue publicado originalmente en una antología de relatos cortos, el programa televisivo sobre el S/M no pertenece a la ficción, sino que se desarrolló tal y cómo lo describe Walker:

Imaginaos, pues, nuestra sorpresa cuando muchas vimos en televisión un monográfico sobre el sadomasoquismo la noche antes de que finalizara nuestro curso, y la única pareja interracial, dos lesbianas, se presentaron como esclava y ama. La mujer blanca, la única en hablar, era el ama _llevaba un anillo en forma de llave que, según ella, entraba en el candado de la cadena que rodeaba el cuello de la mujer negra_ y la mujer negra, sonriente y silenciosa, era al decir de la mujer blanca, su esclava…Esta única imagen subvirtió toda mi enseñanza y me indigné pensando en la dura pugna de mis alumnas por deshacerse de los estereotipos, por combatir los prejuicios, por ponerse en el lugar de la mujer esclavizada, para luego tener que presenciar cómo su lucha se convierte en burla, cómo la verdadera condición de esclavas de millones de nuestras antecesoras se trivializa con la ayuda de dos mujeres ignorantes que insisten en su derecho de representar públicamente una “fantasía” que continúa infundiendo el terror en los corazones de las mujeres negras. También hubo vergüenza e indignación en los corazones de gran parte de las mujeres blancas de mi clase. Una de las alumnas blancas, que parecía mantener una estrecha relación con el grupo S/M de la localidad, dijo que no veía nada malo en lo que habíamos visto por televisión. (En el programa aparecieron por cierto varios varones blancos, propietarios de mujeres blancas a las que tenían como “esclavas”. Aseguraron incluso tener documentos legales que lo certificaban. Y de hecho, uno de ellos desfilaba orgulloso por la ciudad con su esclava que llevaba un látigo entre los dientes, “prestándosela” a otros sadomasoquistas para poder azotarla. ) Todo esto son fantasías, dijo. No hacen dado. La esclavitud, la verdadera esclavitud, pasó a la historia. Pero no es cierto, y el libro de Kathleen Barry sobre la esclavitud sexual de las mujeres, así como el de Linda Lovelace sobre este tipo de condición de esclava no son las únicas muestras de este hecho[xiii].

Pat Califia decidió despachar el artículo de Alice Walker en dos frases totalmente despectivas, incluidas en el libro de Samois, Coming to Power: “En un intento de demostrar el racismo del S/M, Walker se refiere a estas mujeres (el ama y la esclava del programa de televisión) como una dominante blanca y una sumisa (masoquista) negra. En realidad, el ama de la pareja es una lesbiana hispana[xiv]”. Este es el grado de seriedad con el que el grupo Samois, evidente modelo del Grupo británico de lesbianas S/M, trata el tema del racismo.
El Grupo británico de lesbianas S/M, con el apoyo del English Collective of Prostitutes (ECP) y de Wages Due Lesbians _dos subgrupos aglutinados en Wages for Housework (Salario para el Trabajo Doméstico), una organización claramente antifeminista que intenta meter cuña siempre que se trata de temas de mujeres que puedan perjudicar el movimiento de liberación de las mujeres_ acudió a una reunión de un grupo de lesbianas feministas londinenses que se proponían organizar una campaña contra la propagación de la política S/M. Una mujer del ECP adujo un argumento a favor de la utilidad del S/M en las relaciones sacado de la habitual literatura apologista del S/M: en las relaciones entre mujeres negras y mujeres blancas, los rituales S/M podían ayudar a nivelar los desequilibrios de poder o, cuando menos, ayudar a comprenderlas. Esta mujer _blanca_ no explicó quién debía representar la dominante y cual la sumisa en estas relaciones. En el ejemplo antes citado la sumisa era una mujer negra. Pero incluso suponiendo que no siempre sea así, ¿podemos pensar realmente que la interpretación de ciertos rituales racistas contribuye a la eliminación del racismo, incluso aunque en algunos casos la relación de poder no esté representada por un ama blanca y una esclava negra? En la literatura pornográfica masculina la mujer negra es siempre la sumisa esclavizada o la dominatrix. Los rituales S/M sólo pueden coincidir con uno u otro de estos estereotipos. El S/M no ofrece ninguna posibilidad de rehuirlos.

EL SADOMASOQUISMO, ¿TIENE REMEDIO?

En Coming to Power, Pat Califia apunta que algunas mujeres del grupo Samois descubrieron que algunos de sus principios eran contrarios a la práctica del S/M y que este hecho causó problemas en el grupo. No explica cuáles fueron estos principios y no parece estar de acuerdo con ellos; podemos suponer que se trataba de cosas como la exhibición de esvásticas o de rituales en los que las mujeres negras hacían de esclavas. Hasta la fecha las mujeres S/M británicas no parecen tener remordimientos de consciencia: al menos una ha sido vista luciendo esvásticas. Pero, a conse       cuencia de las críticas recibidas, ¿pueden las defensoras del S/M “purgar” sus juegos eliminando el aparente simbolismo racista? (Hasta ahora, su respuesta a estas críticas ha consistido en apodar de fascistas y racistas a quienes se oponen a ellas, en amenazar con no permitir las reuniones públicas sin la presencia de lesbianas S/M vestidas de uniforme, y en impedir el debate.)
El ritual sadomasoquista supone la connotación erótica del dominio y la sumisión y la dramatización de la opresión. Las almas delicadas podrían omitir los guiones de nazi y judío o de esclava y ama y, aún así, les quedarían suficientes guiones y trajes que simbolizan la opresión sexista: las imágenes relacionadas con la prostitución y el acoso sexual o simplemente los estereotipos fetichistas de género, con un personaje vestido de motorista duro y el otro, con corsé y volantes, de un modo afeminado. ¿Es esta una solución?
Aparte del hecho de que la iconología seguiría siendo repugnantemente sexista y heterosexista, toda connotación erótica del poder, toda exaltación de la opresión solo sirven para fortalecer los valores que ayudan a perpetuar todas las formas de opresión. Tanto la opresión racista como el sexismo se apoyan en ciertas ideas sobre la legitimidad del poder, en la violencia como una manera justa de tratar a quienes están condenados a la inferioridad, y en la conveniencia y la inevitabilidad de los desequilibrios de poder. La práctica del S/M reafirma estos valores. No permite la existencia de valores alternativos. Si nos comprometemos con la idea de una sociedad donde ningún grupo de la población esté sometido a violencia, discriminación y explotación alguna, debemos elaborar una práctica sexual que refleje la sociedad que queremos crear. En caso contrario, estamos diciendo que el sexo y las emociones que lo acompañan no tienen ninguna relación con el resto de nuestra vida, ni relevancia política alguna. Una práctica sexual deseable descansaría sobre la reciprocidad, los cuidados y la igualdad. Lo cual es naturalmente un anatema para quienes defienden el S/M. Los defensores varones del S/M como Jeffrey Weeks llaman a este tipo de práctica bambi y las lesbianas del grupo Samois, vanilla (vainilla)[xv]. Ambos términos demuestran desprecio y pretenden provocar rechazo. Insinúan que una práctica sexual igualitaria carece de intensidad, que es monótona y sólo apta para blandengues.
Las defensoras y los defensores del S/M saben que son el blanco de la crítica política y, por consiguiente, algunos han desarrollado una justificación ingeniosa. Hace algunos años, un miembro del grupo recientemente desaparecido Gay Left (Izquierda Gay) dio una charla de promoción del S/M con diapositivas en un taller gay. Proyectó diapositivas de hombres vestidos con uniformes nazis que orinaban en la alcantarilla obligando después a otros hombres esposados y arrodillados a quitar su meada a lametazos. Le pregunté intrigada cuál era la relación con el socialismo. Empezó diciendo que, en realidad, no tenía nada que ver con el socialismo, que se trataba sólo de una práctica sexual. A continuación ofreció una justificación que algunos seguidores norteamericanos del S/M que proceden de la lucha política se han visto obligados a elaborar. Dijo que la práctica del S/M ayudaba a sus practicantes a comprender las diferencias de poder que existen en el mundo y a combatirlas con mayor eficacia. (Véase también el argumento arriba mencionado del EPC y el Grupo británico de lesbianas S/M) Un defensor norteamericano del S/M resumió esta justificación:

Tal vez una de las maneras más efectivas de luchar contra el poder político e incluso de invalidarlo consiste en comprender los impulsos de poder y sumisión dentro de uno mismo e integrarlos, en vez de tratar de extenderlos a los sistemas políticos. La participación en el S/M suele anular la “necesidad” del individuo de oprimir y ser oprimido, de manipular y ser manipulado tanto en el plano social como en el político. Esta es otra razón por la que los maníacos del poder lo rechazan con tanta vehemencia. El S/M puede ser parte de una rebelión abierta contra la opresión social estructurada, lo que explica en parte por qué entre los defensores del S/M se hallan sobrerrepresentados los anarquistas y los libertarios[xvi].

Para este hombre la opresión parece ser algo que la gente “necesita” y desea. Este es un análisis lógico desde el punto de vista del S/M, que considera la violencia y los abusos una “necesidad” y una elección. Se trata de un análisis totalmente particularista, sin relación con la verdadera opresión de la vida real. Es un argumento falaz y autorreferencial. ¿De qué manera podría la práctica S/M ayudar a desmantelar la industria militar o a enfrentarnos a un grupo de matones fascistas, o cómo podría ayudar a una madre lesbiana a conseguir la custodia de sus criaturas?
Para luchar contra la opresión estructural necesitamos amor propio y la idea de que exista la posibilidad de una alternativa a los ciclos de dominación y sumisión. Sólo nos puede guiar la certeza de que para conseguir la felicidad humana, sea de tipo sexual o no, no hay “necesidad” de que existan las estructuras del poder opresivo.

SADOMASOQUISMO: EL CULTO ERÓTICO DEL FASCISMO.

Autora: Sheila Jeffreys.

El presente artículo data de 1984, cuando formaba parte del grupo londinense Lesbianas Contra el Sadomasoquismo. A pesar de que las lesbianas británicas feministas eran conscientes del auge del sadomasoquismo lesbiano en los Estados Unidos, no se constituyó ningún grupo dedicado a este tema hasta que el nuevo centro Gay y Lesbiano de Londres acordara autorizar las reuniones de los sadomasoquistas en ese centro. En el capítulo “Una mala copia del varón” se resumen los hechos de aquel momento. Este artículo se escribió en un principio para su debate en grupo y de hecho se divulgó en forma de fotocopias entre otras lesbianas interesadas. No debe considerarse un alegato definitivo de la política del grupo, sino más bien una visión personal. En 1986 se incluyó en la antología Lesbian Ethics (Etica Lesbiana) publicada en los Estados Unidos.
En 1981, durante una visita a Amsterdam desde Londres, para asistir al festival de mujeres, tomé consciencia de la relación que existe entre el sadomasoquismo y el fascismo. Uno de los temas principales del festival era el sadomasoquismo. Las participantes del festival de Amsterdam representaron guiones de S/M_por ejemplo, una transexual convertida de varón en mujer  que azotaba a otra mujer, ambas vestidas con ropas fetiche “femeninas” y cuero negro. Una parte considerable de las asistentes al festival vestían de cuero negro y algunas llevaban detrás de sí a otras mujeres atadas con collares y correas. En los talleres de promoción del S/M se justificaba éste de acuerdo con la libertad personal de las minorías sexuales. Las organizadoras sostenían que el S/M era básicamente un asunto privado, aunque sus practicantes tenían que “descubrirse” como tales, dado que estaban oprimidas por los prejuicios y la discriminación contra su práctica sexual preferida. En la misma semana en que se celebraba el festival fue elegido en Amsterdam el primer diputado fascista después de la guerra. Aquella semana hubo reyertas callejeras con las que los fascistas celebraron su victoria agrediendo a miembros de la población inmigrante en Amsterdam, y sólo a través de una cadena telefónica se logró la distribución de militantes antifascistas por los distintos barrios para que resistieran la violencia racista. Las feministas de Amsterdam que me comunicaron el estallido de violencia con esta victoria electoral no advirtieron la conexión entre el aumento del fascismo y el avance del S/M como práctica sexual. Consideraban al S/M como un simple asunto personal. Yo, sin embargo, no estaba convencida. En la calle donde se celebraba el festival_el Melkweg_estaba ubicada una de las principales comisarías de Amsterdam. La fachada del edificio del festival lucía un inmenso cartel con una mujer desnuda de pies a cabeza, las manos atadas a la espalda. Esta mujer esclava estaba justo enfrente de la comisaría. Para mí no representaba un símbolo de desafío. En cambio, me pareció que el S/M, la policía, la renovada amenaza del fascismo y los adolescentes que nos tiraron piedras a mi amante y a mí porque íbamos cogidas de la mano por una calle próxima al festival, tenían mucho en común. ¿Cuál era este nexo?

BERLÍN, AÑOS 30

Hay un ejemplo histórico del vínculo entre el S/M y el fascismo, que corremos el riesgo de olvidar. Antes de la llegada al poder de los nazis en la Alemania de 1933 el S/M era una práctica sexual en auge, sobre todo entre los varones gays. El novelista gay británico Christopher Isherwood, que vivía en Berlín en aquella época, dejó un testimonio literario del coqueteo con el S/M que se estaba produciendo no sólo entre los gays, sino también entre los jóvenes alemanes alienados y desempleados. En su libro de 1962, Desde lo más Profundo, Isherwood reflexiona sobre la relación entre el del S/M y el auge del  fascismo  al retratar al joven alemán Waldemar:

Estoy convencido de que Waldemar   siente instintivamente que hay una relación entre  las “crueles” señoras de botas altas que ofrecían sus servicios a la entrada del Kaufhaus des Westens y los jóvenes matones de uniforme nazi que van ahora por ahí maltratando a los judíos: cuando una de estas señoras identificaba a un cliente prometedor lo que solía hacer era cogerlo por la solapa, meterlo a la fuerza en un taxi y llevárselo rápidamente para azotarlo. ¿No es exactamente lo mismo que hacen los chicos de las SA con “sus” clientes, con la única diferencia de que, en este caso, la azotaina es completa y mortalmente seria? ¿Y no era la una una especie de ensayo general psicológico de la otra?[i]

El S/M subyace como un tema central tras la impactante pieza teatral Bent, de Martin Sherman. L a escena inicial de la obra presenta al protagonista Max, que ha ligado a un hombre joven vestido de cuero y aficionado al S/M, y supuestamente se lo ha llevado a su casa para un trío con su amante. A la mañana siguiente unos oficiales de la Gestapo llegan en busca del joven y acaban degollándolo. Estamos en 1934. Más tarde, Max y su amante huyen. Tras el asesinato de su amante Max termina en un campo de concentración. En la escena más conmovedora de la obra, Max y otro prisionero, que se encuentra en prisión por haber firmado una petición de anulación del estatuto alemán contra la homosexualidad, hacen el amor únicamente con sus palabras, mientras trasladan piedras bajo estricta vigilancia. Max es incapaz de hacer el amor sin dolor e incluye en sus fantasías en voz alta las mordeduras dolorosas de los pezones. Su amante Horst protesta relacionando el S/M con el fascismo que los ha apresado:

Horst: tratas de hacerme daño. Me pones caliente y después me haces daño. Me duele ya. No quiero sentir más dolor. ¿Por qué no puedes ser delicado?
Max: Lo soy.
Horst: No es verdad. Eres igual que ellos. Eres como los guardias. Eres como la Gestapo. Ya no somos delicados.   Me fijé cuando estábamos afuera. La gente hacía dolor y lo llamaba amor. No quiero ser así. El amor no debe doler.[ii]

La obra relaciona el sadomasoquismo de Max con su incapacidad para aceptar su homosexualidad y para amar realmente a otro hombre. Aunque Horst muere asesinado, Max alcanza cierta victoria personal y moral al final de la obra, al demostrar su amor por Horst exhibiendo deliberadamente el triángulo rosa de los homosexuales y caminando hacia la valla eléctrica. Lo trágico de la práctica del S/M en el Berlín de los años 30 fue que los guiones interpretados por los varones gays, para su goce sexual, con uniformes nazis incluidos, fueron tan solo un avance de la violencia mucho más atroz que los matones les iban a infligir tras su internamiento en los campos de concentración. Heinz Heger describe con gran expresividad la experiencia en estos campos de los varones gays, en su obra The Men With The Pink Triangles (Los hombres de los triángulos rosas). Hay un ejemplo de la tortura y de la muerte de un prisionero gay que resulta sugerente porque muestra la práctica S/M:

El primer “juego” del sargento de las SS y de sus hombres consistió en cosquillear a su víctima con plumas de ganso en las plantas de los pies, entre las piernas, en los sobacos, así como en otras partes de su cuerpo desnudo. Al principio, el prisionero se forzó a mantenerse callado mientras sus ojos llenos de pavor y de tormento pasaban de un oficial de las SS a otro. Más tarde ya no pudo contenerse y acabó estallando en una risa aguda que pronto se convirtió en llanto de dolor, mientras que las lágrimas surcaban su rostro y su cuerpo se retorcía contra las cadenas…Pero estos depravados de las SS estaban resueltos a divertirse un buen rato con esta pobre criatura. El capo del bunker tuvo que traer dos cuencos de metal, uno lleno de agua fría y el otro, de agua caliente. “Vamos a hervir tus huevos, maricón asqueroso, pronto entrarás en calor” dijo, satisfecho, el oficial del bunker mientras alzaba el cuenco lleno de agua caliente entre los muslos de la víctima para que sus cojones se hundieran en él…”Le gusta que le den por el culo, ¿no? Vamos a darle lo que quiere”, bramó uno de los hombres de las SS al coger una escoba del rincón y empotrar su mango profundamente en el ano de la víctima…[iii]

Finalmente el prisionero muere por un golpe en la cabeza contra un taburete de madera. La siguiente descripción procede de un capítulo sobre la práctica segura del S/M incluido en un manual de S/M lesbiano:

Fisting o fist-fucking significa mover la mano entera dentro del ano o la vagina de una persona, o meterla y sacarla. Quien realiza el fisting comienza introduciendo un dedo o dos en su pareja, aumentando un dedo cada vez, con dos minutos de movimientos estimulantes entre cada incremento, hasta que toda su mano esté metida. Entones suele cerrarla formando un “puño” (fist) La tendencia habitual de quien recibe el fist es a preguntar: “¿No puedes meterme más?”. Para realizar el fisting necesitas primero unas uñas cortas y lisas. Debes cortarte las uñas hasta la piel y después limarlas con una lima de esmeril o de cuerno de alce, tanto en sentido lateral como vertical, del dorso de la mano hacia la palma. Es importante además utilizar un buen lubricante espeso, que no acabe en un charco al cabo de cinco minutos. Se recomienda la mantequilla pastelera. La dominante debe embadurnarse la mano con una gruesa capa de mantequilla y no empujarla más allá de donde quepa con facilidad… (etc.) Una manera segura de verter cera de una vela consiste en dejar caer una gota o dos cada vez, sin dejar que se acumule la cera alrededor de la mecha y no vertiéndola toda de una sobre la piel de tu pareja… (etc.)[iv]

He reproducido estos dos ejemplos porque se parecen bastante a los métodos de tortura del ejemplo verídico del campo de concentración. Otras instrucciones enseñan a realizar cortes en los senos de una mujer con hojas de afeitar y a perforar sus labios vaginales. Corroboran que no es ningún misterio de dónde procede la práctica del S/M: de la historia misma de nuestra opresión. Los guiones S/M reproducen la tortura de los gays a manos de los fascistas, la tortura de negros por blancos, de judíos por nazis, mujeres por varones, esclavos por negreros. Estas prácticas S/M deben considerarse como una representación ritual, como un talismán. Parece poco probable que los practicantes gays del S/M deseen realmente perder por completo el control sobre su tortura y, por consiguiente, debemos pensar que estas  prácticas cumplen el papel del ajo en el exorcismo del diablo o que representan una ansiosa anticipación de lo peor que pueda pasar, con el fin de intentar acostumbrarse"

EL AMBIENTE FASCISTA.

Las defensoras del SM no suelen ocultar su uso de símbolos y prendas fascistas y nazis_gorras de cuero negro de las SS, esvásticas, imitaciones de uniformes de cuero negro de las SS. Pat Califia, la principal teórica norteamericana del SM lo explica de la siguiente manera:

El guión del S/M puede ser representado con los personajes de guardia y prisionero, poli y sospechosa, nazi y judío, blanco y negro, heterosexual y marica, padre e hijo, cura y penitente, maestro y alumna, prostituta y cliente, etc. Sin embargo, ningún símbolo tiene un significado único. Su significado depende del contexto en el que se utiliza. No toda persona que lleva una esvástica es nazi, no porque te cuelgues unas esposas del cinturón eres un poli, y no por llevar un hábito de monja has de ser católica.  El SM es antes una parodia de la naturaleza sexual del fascismo que su culto o aceptación. ¿Cuántos nazis, curas, polis o maestros de verdad participarían en una licenciosa escena sexual?[v]

Naturalmente se podría contestar a esta ingenua pregunta de Califia que bastantes. Al menos una mujer del grupo de lesbianas S/M de Londres lucía una gorra de las SS y esvásticas en los actos públicos. Fue criticada con el argumento de que estos símbolos eran ofensivos para muchas mujeres, ante lo cual amenazó con recurrir a la violencia si seguían censurándola. A principios de 1984 un grupo de gays cabezas rapadas se presentó en la discoteca gay mixta del Bell, en el Kings Cross de Londres. Uno de ellos hizo con toda intención el saludo fascista delante de un gay negro que yacía en el suelo, y otros tres siguieron a un gay negro con discapacidades hasta los lavabos y lo amenazaron. Un gay blanco desenchufó el equipo de música para proponer un debate sobre el incidente y para tomar medidas. Fue expulsado de la discoteca y se le prohibió la entrada. Esta discoteca supuestamente formaba parte del ambiente gay alternativo, político o, cuando menos, no comercial. Los cabezas rapadas eran clientes habituales. El coordinador nacional del Frente Nacional de Juventud se presentó en el Bell y fue expulsado cuando, al quitarse la cazadora, exhibió una serie de esvásticas. Los colectivos del Bell y de algunas otras discotecas tuvieron que establecer un código de vestimenta que vetaba, por ejemplo, las esvásticas o las camisetas con rótulos como “Gira Europea de Hitler”, aunque se admitían los uniformes de cuero negro.
No obstante, las defensoras y los defensores del S/M alegarían que sólo llevaban las insignias nazis para divertirse y que no quieren verse relacionados con una conducta violenta. Tal vez sea así pero, ¿cómo deben distinguirlos los demás gays’ El miedo es real, y no depende de si las esvásticas se llevan como “diversión” o en serio. Respecto a las esvásticas, la diversión de una mujer puede significar el terror de otra. Lucir una esvástica supone para los fascistas la misma “diversión” que la práctica S/M para sus defensoras: el poder a resultas del miedo y de la angustia de otras mujeres. Uno de los serios peligros causados por la tolerancia de las insignias nazis en el ambiente gay _bajo el pretexto de la “diversión”, la práctica sexual o la moda_ consiste en la anulación de nuestra voluntad o de la capacidad de actuar frente a la auténtica violencia fascista. Es tan importante cuestionar y rechazar el alarde de los emblemas nazis en la actualidad como lo fue en Alemania de los veinte y los treinta, cuando prendió el fascismo. Sin duda los antifascistas se enfrentaron en aquel entonces a las mismas amenazas que lanzan los actuales defensores del S/M cuando su placer se pone en entredicho. El fascismo, ¿era una moda entonces? ¿Es así como se consolidó en los círculos artísticos y de vanguardia?

EL SADISMO DEL FASCISMO ALEMÁN.

Uno de los insultos propinados a las feministas londinenses que organizaron un encuentro en contra del fomento del S/M era el de “fascistas”. Se acusó a las feministas lesbianas de “ser iguales al Frente Nacional” por haberse atrevido a convocar el encuentro. Estos ataques coinciden con los intentos más recientes de las libertarias sexuales socialistas por tachar de derechistas a las feministas, basándose en la premisa de que una política fascista se opondría al S/M. En realidad es al contrario y la acusación representa un perfecto ejemplo de lo que Mary Daly denomina “inversión patriarcal”[vi].
Dorchen Leidholdt, que forma parte del grupo neoyorquino de Mujeres Contra la Pornografía, demuestra en su siguiente artículo Where Pornography Meets Fascism (Donde la Pornografía se Encuentra con el Fascismo) hasta qué punto el sadomasoquismo erótico constituye el puntal de la ideología y la práctica fascistas:

Hitler, por ejemplo, adoptó el látigo como símbolo personal, dando golpes contra sus piernas cada vez que se exaltaba. Le encantaba citar la máxima de Nietzsche: “Cuando vayas a casa de una mujer, no olvides el látigo” Tal vez el dato más revelador sobre la respuesta sexual de Hitler ante las mujeres se refiera al placer que le producían las mujeres ligeras de ropa que se jugaban la vida. En The Psychopatic God (El dios psicópata) , Waite apunta: “Era especialmente aficionado a las mujeres guapas del circo, trapecistas o equilibristas…No le impresionaban particularmente los números con animales salvajes, a menos que participaran mujeres guapas. Entonces miraba con avidez, con la cara encendida, la respiración acelerada emitiendo ruiditos de silbato y moviendo los labios con avidez”. El sadismo de Hitler respecto de las mujeres estuvo relacionado muy probablemente con su pésimo historial de relaciones amorosas: cinco de las seis mujeres con las que había tenido una relación amorosa se habían suicidado o habían intentado suicidarse. El sadomasoquismo caracterizaba asimismo la interrelación de Hitler tanto con sus subalternos inmediatos: “Cada vez que lo miro _se entusiasmaba Hermann Goering_ tengo el corazón en un puño”, como en su relación con el pueblo alemán en general. Según Erich Fromm, la orientación sadomasoquista de Hitler coincidió con las inclinaciones sadomasoquistas de las masas alemanas y con su deseo de ser dominadas por un dirigente poderoso y de dominar a otros al mismo tiempo. Y Hitler fue perfectamente consciente del tenor de los tiempos y del pueblo que le había tocado gobernar. En una alocución ante un grupo de cadetes militares en 1942 declaró: “¿Para qué titubear ante la brutalidad e indignarse ante la tortura? Las masas lo quieren así. Necesitan algo que les haga estremecerse de terror.[vii]

Leidholdt parece insinuar que el pueblo alemán tenía unas inclinaciones especiales hacia el sadomasoquismo. Todas las pruebas apuntan hacia el hecho de que todo sistema machista está impregnado de la misma tendencia. Sin embargo, sus observaciones nos obligan a preguntarnos hasta qué punto la atracción del fascismo y del racismo en sí es consecuencia de una pulsación erótica. Leidholdt continúa citando a Jacobo Timerman, un judío argentino torturado por la extrema derecha, que apunta el carácter erótico y sádico del antisemitismo argentino: “El odio contra el judío era un sentimiento visceral, explosivo, un rayo supranatural, una emoción de las entrañas, un abandono de todo el yo al odio”[viii]. Por algún proceso misterioso, todo lo relacionado con el sexo ha sido disociado de la política en esta sociedad, incluso por parte de quienes se considerarían socialistas y radicales. Con el fin de convertir la práctica sexual en un enclave privado de goce individual, se ha entendido la sexualidad como una cuestión alejada de las consecuencias del sexismo, del racismo y de otras clases de opresión que prevalecen en el mundo más allá del dormitorio, y asimismo como falta de toda repercusión o relevancia para este mundo. En realidad, el sexo tiene una relevancia crucial para la activación y la regulación de la opresión de las mujeres y de la opresión racial. El sexo no es en absoluto puro y no hay que excluirlo de la crítica política. Las defensoras del S/M tachan de fascistas a las feministas que las critican con el fin de adelantarse, de hacernos callar, de impedir que señalemos los vínculos que existen entre el S/M y el fascismo. Deben saber que están en el punto de mira y desesperadas gritan “fascistas”, no vaya a ser que las acusemos justamente de lo mismo.
¿Son fascistas las defensoras del S/M? Probablemente no pertenecen a organizaciones fascistas ni les preocupa cualquier otro aspecto del fascismo que no sea el erótico. Me atrevería a afirmar que no son fascistas _aunque experimentar placer gracias al terror causado a otras lesbianas a través de los símbolos fascistas sea algo muy parecido_, sino defensoras de los valores fascistas. La connotación erótica del dominio y de la sumisión, la exaltación de la violencia y de la opresión de gays, judíos y mujeres son elementos del fascismo.

LOS ORÍGENES ERÓTICOS DEL FASCISMO.

¿Cuál es el atractivo principal del fascismo? El sistema político del fascismo permite a los capitalistas asegurar sus beneficios sin la amenaza de una resistencia por parte de la clase obrera. La violencia y el racismo del fascismo ofrecen a los desilusionados y a los parados, los jóvenes y los alienados un chivo expiatorio para sus problemas y una forma sustitutiva de “realización” y excitación. Los mítines, cierta sensación de poder (a través de las intimidaciones), el orgullo nacionalista y una falsa dignidad fundamentada en el hecho de ser blanco, varón y gentil parecen convertirlos en superiores a otros grupos raciales y a las mujeres. Sin duda intervienen muchos otros elementos en la propagación del fascismo, incluida la excitación erótica. Los orígenes eróticos del fascismo no se han estudiado con detenimiento, tal vez porque significaría un desafío demasiado grande para nuestra propia sexualidad.
La comprensión de los orígenes eróticos del fascismo requiere un análisis del fascismo bastante diferente y más complejo que la versión simplista ofrecida en forma habitual por la izquierda masculina. Es falso afirmar que el fascismo sea una fuerza del mal que arriba de algún lugar del mundo exterior, totalmente acabado, fácilmente reconocible, de modo repentino y obvio, llamándose fascismo y revestido de una forma que resulta fácil combatir. A mi modo de ver, este concepto equívoco subyace tras muchos de los esfuerzos antifascistas de mediados de los setenta. La Liga Antinazi luchó con éxito contra las organizaciones abiertamente fascistas. Sin embargo, cuando estas organizaciones, sumidas en el letargo, observan como el gobierno tory en Gran Bretaña hace gran parte del trabajo por ellos _como ocurre en la actualidad_, la izquierda política puede permitirse el lujo de restarle importancia a la exhibición de esvásticas por quienes no pertenecen a estas organizaciones. Ahora bien, el fascismo no cae del cielo con todas sus plumas en forma de organizaciones fascistas. Para triunfar, los partidos fascistas necesitan de un amplio apoyo, cuando menos, cierto consentimiento. Los miembros de los respectivos partidos no nacen fascistas y, en algunos casos, incluso han sido socialistas antes. El ejemplo más famoso de este fenómeno en Gran Bretaña es Edward Mosley. Otro, los jóvenes que describe Isherwood: un día combaten en el partido fascista y, al siguiente, en el comunista, atraídos por la violencia y la vivencia del poder personal. A finales de los sesenta y principios de los setenta la izquierda radical hablaba de las raíces psicológicas y emocionales del fascismo, latentes en toda persona que viva en la actualidad en un sistema de supremacía masculina. Se leía con avidez a Wilhelm Reich. Se analizaba la formación de la personalidad autoritaria dentro de la familia patriarcal y la necesidad de crear un modo de vida completamente distinto que redujera la atracción de la figura del caudillo. No obstante, se trataba de un análisis parcial que apenas tuvo en cuenta la opresión de las mujeres, más allá de la simple convicción de que la eliminación de la familia nuclear resolvería todos sus problemas. Así y todo hubo cierto consenso sobre las raíces emocionales del fascismo, inherentes a nuestra personalidad, a causa de las estructuras familiares que nos rodean desde que nacemos y al tipo de autoridad al que estamos expuestas en la infancia y en la adolescencia. Este descubrimiento tuvo una vital importancia y sus frutos siguen manifestándose ahora en las nuevas actitudes hacia la educación, en la organización política feminista y en algunos sectores de la izquierda y del movimiento gay. Sin embargo, la confianza en la importancia de la política personal sobre la que se cimentaba el movimiento de liberación de las mujeres está perdiendo popularidad. Estoy convencida _aunque tal vez se trate de una ilusión_ de que la importancia del hecho de llevar esvásticas habría sido bastante más evidente en 1971 que en la actualidad.
Los orígenes eróticos del fascismo se hallan en la estructuración de la sexualidad del individuo dentro de un sistema de supremacía masculina. El aspecto erótico del fascismo es de gran importancia porque la supremacía masculina occidental ha convertido la experiencia de la sexualidad en una fuerza enormemente poderosa y casi incontrolable. No aprendemos a expresar nuestra sexualidad en un mundo de relaciones igualitarias y afectivas. Las mujeres y los hombres nacemos en el sistema heterosexual de dominio masculino y sumisión femenina. Lo cual es cierto, tanto si sabemos evadirnos lo suficiente como para amar a las mujeres, como si no. La sexualidad de las chicas se construye en la interrelación con chicos agresivos que les arrancan las bragas, y a través de los abusos sexuales y de la explotación a manos de varones adultos. Nos ofrecen un modelo de sexualidad femenina pasiva y sumisa. Aprendemos a responder sexualmente a las insinuaciones agresivas de los varones. Muchas lesbianas tienen más dificultad en aprender la correcta respuesta femenina a los varones, a saber, la sumisa docilidad sexual; así y todo es poco probable que salgamos indemnes de la  construcción de la sexualidad femenina respecto del sadomasoquismo. En una situación de opresión, y sin que podamos escapar hacia unas relaciones más igualitarias donde poder tomar la iniciativa sexual antes de una edad determinada, no nos queda más remedio que disfrutar de nuestra opresión. La respuesta más común consiste en una connotación erótica de nuestra impotencia. Algunas mujeres que consideran este comportamiento demasiado “afeminado”, connotarán eróticamente el rol sádico de la humillación de las mujeres. En una cultura misógina como la nuestra existen ejemplos de esto último en todas partes. Las lesbianas y los gays se hallan sometidos a múltiples presiones que pueden originar la construcción de su sexualidad en torno al sadomasoquismo. En muchos casos hemos aprendido a odiarnos a nosotras mismas y sobre todo a nuestra sexualidad a consecuencia del heterosexismo y el antilesbianismo. No es fácil construir una sexualidad positiva, igualitaria y sin trasfondo S/M. Algunas lesbianas y gays no conocen otra sexualidad que la de sus fantasías sadomasoquistas, que afectan su práctica, aunque pugnen por evitar el ritual sadomasoquista. Algunas lesbianas y algunos gays consideran todo intento por poner en entredicho el sadomasoquismo como una seria provocación. Temen quedarse sin su práctica sexual si abandonan la connotación erótica de la opresión. Sin embargo, nuestra convicción de que la sexualidad es construida y no innata conlleva un mensaje de esperanza. Podemos re-construirla. Tenemos motivos para el optimismo. Algunas lesbianas y gays se escapan de la influencia del S/M practicando un tipo de sexualidad distinta. Incluso quienes reconocemos la magnitud de la influencia del S/M en nuestras vidas hemos experimentado a menudo momentos de una intensidad y de un placer sexual poco frecuentes sin rastro alguno de fantasías de dominio y sumisión. Todas y todos llevamos en nuestro interior la semilla del cambio. Podemos tratar de potenciar una sexualidad positiva en lugar de la sexualidad negativa del S/M.
La respuesta sexual construida en torno al masoquismo es inducida por los símbolos del poder y de la autoridad. Los símbolos más poderosos son aquellos que representan un poder y una autoridad abusivos, crueles y arbitrarios: un látigo es un símbolo más poderoso que una placa de prefecto. Los accesorios y los rituales fascistas son símbolos perfectos para este fin. Los uniformes, las marchas militares, las esvásticas, los retratos de Hitler y los discursos autoritarios son detonantes eróticos. Los sádicos del Frente Nacional se estimulan mediante la proyección reiterada de videos de marchas y desfiles de los nazis alemanes. Toda la parafernalia del fascismo tiene el propósito de provocar una fuerte reacción erótica en quienes han aprendido su sexualidad en un sistema de supremacía masculino, siguiendo el modelo del sadomasoquismo, es decir, la gran mayoría.
La capacidad de atracción del nazismo suspende la respuesta indignada que, de lo contrario, provocaría. La construcción de la sexualidad S/M constituye una treta harto astuta para el opresor. Nuestra oposición queda socavada en nuestras propias entrañas si ante la tortura de otro o ante los símbolos del militarismo respondemos con exaltación erótica y no con indignación política. Es muy difícil luchar contra lo que te excita. Las feministas que combaten la pornografía reconocieron y comprendieron este problema. Excitarse con la degradación de las mujeres, aquello que se pretende poner en entredicho, origina un sentimiento de humillación y de parálisis. La única vía de lucha consiste en transformar este dolor en rabia. No somos culpables de la construcción de nuestra sexualidad, aunque somos plenamente responsables de nuestra respuesta. Tenemos derecho a estar furiosas y a transformar nuestro dolor en una ofensiva contra quienes comercian con la pornografía, quienes hacen apología de la pornografía _y esto por desgracia incluye a las lesbianas S/M_ , quienes compran y quienes consumen pornografía. No es fácil; sin embargo, debemos comprender que las imágenes y los mensajes _de mujeres convertidas en objetos, torturadas, utilizadas y víctimas de abusos_ influyen en nuestra propia respuesta sexual con la intención de paralizarnos. No podemos permitir que estas imágenes nos resten fuerza, sino que debemos compartir nuestros sentimientos y desarrollar nuestra rabia.
Al igual que en el caso del sexismo, los símbolos del fascismo y su práctica misma pueden excitar no sólo al opresor sino también a sus víctimas. En su obra States of Desire: Travels in Gay America (Estados del Deseo: Viajes por la América Gay), el novelista gay estadounidense  Edmund White entrevistó a una pareja de varones gays aficionados a los uniformes de policía. Describió un bar donde el personal se compone de gays vestidos con uniformes policiales, y los clientes incluían tanto a gays vestidos de polis como a  policías auténticos. Este trágico y degradante coqueteo con la opresión tuvo consecuencias estremecedoras. Uno de los seudo-policías, detenido más tarde en la puerta del bar, se quedó embelesado por las botas del verdadero policía. Otro, que fue detenido y apaleado, sólo pudo reiterar su enamoramiento de su torturador[ix].
Los defensores del S/M no cesan de reiterar que el S/M es “sólo imaginación”, sin relación alguna con la realidad. Se trata de un espejismo reconfortante. El ritual de hoy puede convertirse mañana en realidad. La promoción del S/M y de sus íconos asegura la dificultad cada vez mayor para que ciertas lesbianas y gays _y tal vez la totalidad de quienes utilizan el ambiente social gay, lleno de imágenes S/M_ puedan sentir sólo rabia y de ninguna manera excitación sexual al contemplar las actuaciones de los auténticos fascistas, matones y policías. A mi modo de ver es importante que sepamos identificar con certeza las amenazas fascistas y combatirlas adecuadamente. Me indigna pensar que la población gay pueda estremecerse de placer erótico y quedar paralizada en un caso de golpe fascista con tanques, botas militares y esvásticas.

¿ES RACISTA EL SADOMASOQUISMO?

Quienes abogan por el S/M en Gran Bretaña y en los Estados Unidos responden con indignación ante la insinuación de que su política es racista. Pat Califia, la gran dama del sadomasoquismo lesbiano californiano y famosa “dominante” o sádica, deshechó toda acusación de racismo vertida contra el grupo S/M Samois con ocasión de su intento frustrado de conseguir un espacio en la casa de mujeres de San Francisco. “Tuvimos que defendernos contra las acusaciones de racismo”[x], protesta airada. Sin embargo, no se defiende, ni menta el contenido de las alegaciones ni por qué las cree infundadas. La arrogante presunción de ciertas mujeres blancas de estar por encima y más allá de una posible conducta racista se entendería _así lo espero_ en ámbitos distintos al de la sexualidad, como otra forma de racismo.
Quienes defienden el S/M deberían ser conscientes de la ofensa que suponen las insignias de una ideología política, que simboliza la muerte o la espantosa persecución de toda persona no aria, para todos los gays de color. El Grupo de Gays Negros expuso su postura ante la aparición de ciertos emblemas nazis en actos gays mixtos.

Con mayor frecuencia cada vez observamos a personas que en ciertos lugares de lesbianas/gays exhiben con orgullo insignias fascistas y nazis, concretamente los emblemas del Movimiento Británico y del Frente Nacional. Cada vez son más habituales las noticias de agresiones a hombres y mujeres gays por parte de estos grupos. No podemos seguir aceptando la excusa de que quienes llevan esta vestimenta tan ofensiva siguen simplemente una “moda”. Nos parece ofensivo y alarmante que toda la comunidad lesbiana y gay se quede callada ante estas muestras de racismo, que les reste importancia o que las apruebe. Nos sorprende el desconocimiento de las numerosas agresiones, abusos y hostilidades que ciertos grupos fascistas han perpetrado contra las personas gays. Pensamos que hay que empezar a unir fuerzas con el fin de identificar y erradicar las semillas racistas y fascistas que persisten en la comunidad lesbiana/gay…Algunos miembros del Grupo de gays Negros han sido víctimas de la violencia fascista, tanto por razones racistas como por nuestra opción sexual[xi].

La feminista negra norteamericana Alice Walker expuso su visión del carácter racista de la práctica S/M en un artículo conmovedor y, a todas luces, irrefutable. Walker habla desde su posición de profesora que trabajó durante un trimestre con un grupo de alumnas, blancas y negras, en el intento de “descifrar, en el imaginario y en los sentimientos”, el significado de ser esclava, amo o ama. Mujeres negras, blancas y mestizas escribieron sobre el cautiverio, la violación, la reproducción forzosa para el reaprovisionamiento de los rediles de esclavos del amo. Escribieron sobre las tentativas de fuga, la venta de sus criaturas, los sueños de África y los intentos de suicidio”[xii]. A continuación describe el efecto de la proyección de un programa televisivo en el que participaron dos mujeres del grupo Samois como ama y esclava. A pesar de que el artículo está escrito en clave de ficción y fue publicado originalmente en una antología de relatos cortos, el programa televisivo sobre el S/M no pertenece a la ficción, sino que se desarrolló tal y cómo lo describe Walker:

Imaginaos, pues, nuestra sorpresa cuando muchas vimos en televisión un monográfico sobre el sadomasoquismo la noche antes de que finalizara nuestro curso, y la única pareja interracial, dos lesbianas, se presentaron como esclava y ama. La mujer blanca, la única en hablar, era el ama _llevaba un anillo en forma de llave que, según ella, entraba en el candado de la cadena que rodeaba el cuello de la mujer negra_ y la mujer negra, sonriente y silenciosa, era al decir de la mujer blanca, su esclava…Esta única imagen subvirtió toda mi enseñanza y me indigné pensando en la dura pugna de mis alumnas por deshacerse de los estereotipos, por combatir los prejuicios, por ponerse en el lugar de la mujer esclavizada, para luego tener que presenciar cómo su lucha se convierte en burla, cómo la verdadera condición de esclavas de millones de nuestras antecesoras se trivializa con la ayuda de dos mujeres ignorantes que insisten en su derecho de representar públicamente una “fantasía” que continúa infundiendo el terror en los corazones de las mujeres negras. También hubo vergüenza e indignación en los corazones de gran parte de las mujeres blancas de mi clase. Una de las alumnas blancas, que parecía mantener una estrecha relación con el grupo S/M de la localidad, dijo que no veía nada malo en lo que habíamos visto por televisión. (En el programa aparecieron por cierto varios varones blancos, propietarios de mujeres blancas a las que tenían como “esclavas”. Aseguraron incluso tener documentos legales que lo certificaban. Y de hecho, uno de ellos desfilaba orgulloso por la ciudad con su esclava que llevaba un látigo entre los dientes, “prestándosela” a otros sadomasoquistas para poder azotarla. ) Todo esto son fantasías, dijo. No hacen dado. La esclavitud, la verdadera esclavitud, pasó a la historia. Pero no es cierto, y el libro de Kathleen Barry sobre la esclavitud sexual de las mujeres, así como el de Linda Lovelace sobre este tipo de condición de esclava no son las únicas muestras de este hecho[xiii].

Pat Califia decidió despachar el artículo de Alice Walker en dos frases totalmente despectivas, incluidas en el libro de Samois, Coming to Power: “En un intento de demostrar el racismo del S/M, Walker se refiere a estas mujeres (el ama y la esclava del programa de televisión) como una dominante blanca y una sumisa (masoquista) negra. En realidad, el ama de la pareja es una lesbiana hispana[xiv]”. Este es el grado de seriedad con el que el grupo Samois, evidente modelo del Grupo británico de lesbianas S/M, trata el tema del racismo.
El Grupo británico de lesbianas S/M, con el apoyo del English Collective of Prostitutes (ECP) y de Wages Due Lesbians _dos subgrupos aglutinados en Wages for Housework (Salario para el Trabajo Doméstico), una organización claramente antifeminista que intenta meter cuña siempre que se trata de temas de mujeres que puedan perjudicar el movimiento de liberación de las mujeres_ acudió a una reunión de un grupo de lesbianas feministas londinenses que se proponían organizar una campaña contra la propagación de la política S/M. Una mujer del ECP adujo un argumento a favor de la utilidad del S/M en las relaciones sacado de la habitual literatura apologista del S/M: en las relaciones entre mujeres negras y mujeres blancas, los rituales S/M podían ayudar a nivelar los desequilibrios de poder o, cuando menos, ayudar a comprenderlas. Esta mujer _blanca_ no explicó quién debía representar la dominante y cual la sumisa en estas relaciones. En el ejemplo antes citado la sumisa era una mujer negra. Pero incluso suponiendo que no siempre sea así, ¿podemos pensar realmente que la interpretación de ciertos rituales racistas contribuye a la eliminación del racismo, incluso aunque en algunos casos la relación de poder no esté representada por un ama blanca y una esclava negra? En la literatura pornográfica masculina la mujer negra es siempre la sumisa esclavizada o la dominatrix. Los rituales S/M sólo pueden coincidir con uno u otro de estos estereotipos. El S/M no ofrece ninguna posibilidad de rehuirlos.

EL SADOMASOQUISMO, ¿TIENE REMEDIO?

En Coming to Power, Pat Califia apunta que algunas mujeres del grupo Samois descubrieron que algunos de sus principios eran contrarios a la práctica del S/M y que este hecho causó problemas en el grupo. No explica cuáles fueron estos principios y no parece estar de acuerdo con ellos; podemos suponer que se trataba de cosas como la exhibición de esvásticas o de rituales en los que las mujeres negras hacían de esclavas. Hasta la fecha las mujeres S/M británicas no parecen tener remordimientos de consciencia: al menos una ha sido vista luciendo esvásticas. Pero, a conse       cuencia de las críticas recibidas, ¿pueden las defensoras del S/M “purgar” sus juegos eliminando el aparente simbolismo racista? (Hasta ahora, su respuesta a estas críticas ha consistido en apodar de fascistas y racistas a quienes se oponen a ellas, en amenazar con no permitir las reuniones públicas sin la presencia de lesbianas S/M vestidas de uniforme, y en impedir el debate.)
El ritual sadomasoquista supone la connotación erótica del dominio y la sumisión y la dramatización de la opresión. Las almas delicadas podrían omitir los guiones de nazi y judío o de esclava y ama y, aún así, les quedarían suficientes guiones y trajes que simbolizan la opresión sexista: las imágenes relacionadas con la prostitución y el acoso sexual o simplemente los estereotipos fetichistas de género, con un personaje vestido de motorista duro y el otro, con corsé y volantes, de un modo afeminado. ¿Es esta una solución?
Aparte del hecho de que la iconología seguiría siendo repugnantemente sexista y heterosexista, toda connotación erótica del poder, toda exaltación de la opresión solo sirven para fortalecer los valores que ayudan a perpetuar todas las formas de opresión. Tanto la opresión racista como el sexismo se apoyan en ciertas ideas sobre la legitimidad del poder, en la violencia como una manera justa de tratar a quienes están condenados a la inferioridad, y en la conveniencia y la inevitabilidad de los desequilibrios de poder. La práctica del S/M reafirma estos valores. No permite la existencia de valores alternativos. Si nos comprometemos con la idea de una sociedad donde ningún grupo de la población esté sometido a violencia, discriminación y explotación alguna, debemos elaborar una práctica sexual que refleje la sociedad que queremos crear. En caso contrario, estamos diciendo que el sexo y las emociones que lo acompañan no tienen ninguna relación con el resto de nuestra vida, ni relevancia política alguna. Una práctica sexual deseable descansaría sobre la reciprocidad, los cuidados y la igualdad. Lo cual es naturalmente un anatema para quienes defienden el S/M. Los defensores varones del S/M como Jeffrey Weeks llaman a este tipo de práctica bambi y las lesbianas del grupo Samois, vanilla (vainilla)[xv]. Ambos términos demuestran desprecio y pretenden provocar rechazo. Insinúan que una práctica sexual igualitaria carece de intensidad, que es monótona y sólo apta para blandengues.
Las defensoras y los defensores del S/M saben que son el blanco de la crítica política y, por consiguiente, algunos han desarrollado una justificación ingeniosa. Hace algunos años, un miembro del grupo recientemente desaparecido Gay Left (Izquierda Gay) dio una charla de promoción del S/M con diapositivas en un taller gay. Proyectó diapositivas de hombres vestidos con uniformes nazis que orinaban en la alcantarilla obligando después a otros hombres esposados y arrodillados a quitar su meada a lametazos. Le pregunté intrigada cuál era la relación con el socialismo. Empezó diciendo que, en realidad, no tenía nada que ver con el socialismo, que se trataba sólo de una práctica sexual. A continuación ofreció una justificación que algunos seguidores norteamericanos del S/M que proceden de la lucha política se han visto obligados a elaborar. Dijo que la práctica del S/M ayudaba a sus practicantes a comprender las diferencias de poder que existen en el mundo y a combatirlas con mayor eficacia. (Véase también el argumento arriba mencionado del EPC y el Grupo británico de lesbianas S/M) Un defensor norteamericano del S/M resumió esta justificación:

Tal vez una de las maneras más efectivas de luchar contra el poder político e incluso de invalidarlo consiste en comprender los impulsos de poder y sumisión dentro de uno mismo e integrarlos, en vez de tratar de extenderlos a los sistemas políticos. La participación en el S/M suele anular la “necesidad” del individuo de oprimir y ser oprimido, de manipular y ser manipulado tanto en el plano social como en el político. Esta es otra razón por la que los maníacos del poder lo rechazan con tanta vehemencia. El S/M puede ser parte de una rebelión abierta contra la opresión social estructurada, lo que explica en parte por qué entre los defensores del S/M se hallan sobrerrepresentados los anarquistas y los libertarios[xvi].

Para este hombre la opresión parece ser algo que la gente “necesita” y desea. Este es un análisis lógico desde el punto de vista del S/M, que considera la violencia y los abusos una “necesidad” y una elección. Se trata de un análisis totalmente particularista, sin relación con la verdadera opresión de la vida real. Es un argumento falaz y autorreferencial. ¿De qué manera podría la práctica S/M ayudar a desmantelar la industria militar o a enfrentarnos a un grupo de matones fascistas, o cómo podría ayudar a una madre lesbiana a conseguir la custodia de sus criaturas?
Para luchar contra la opresión estructural necesitamos amor propio y la idea de que exista la posibilidad de una alternativa a los ciclos de dominación y sumisión. Sólo nos puede guiar la certeza de que para conseguir la felicidad humana, sea de tipo sexual o no, no hay “necesidad” de que existan las estructuras del poder opresivo.

AyL_UBA